Las pensiones como síntoma
Con el advenimiento de la crisis el debate sobre el futuro de las pensiones se está convirtiendo en un tema candente. Unos de los grandes animadores de este debate es el grupo de economistas de Fedea y su siempre interesante blog Nada es Gratis.
En sus posts se intenta aportar razonamientos econométricos por los cuales nos tenemos que preocupar por nuestro sistema de pensiones y que se precisa una reforma, más pronto que tarde, si queremos evitar efectos traumáticos en la sociedad.
Uno de los posts más clarificadores sobre el futuro con el que tenemos que enfrentarnos nos dice, y yo creo que razonablemente es cierto, que en el año 2050 se producirá un pico en el coste de las pensiones que se elevará hasta el 15.4% del PIB, como cifra más probable. En función de los supuestos que se tomen a la hora de hacer la predicción esta cifra puede oscilar entre un 12% y un 22%, que podemos considerar el rango de incertidumbre lógico en toda predicción de este calibre.
Si aceptamos esa predicción como algo razonable, lo que nos dicen los proponentes de las reformas es que debemos cuestionarnos si el estado va a poder soportar hasta un 22% del PIB dedicado a las pensiones. La respuesta es que obviamente no, y las reformas son la solución inevitable.
Pues bien, supongamos que llevamos a cabo las reformas y limitamos el coste para el estado de las pensiones, a digamos un 9% del PIB. Problema solucionado ¿no?
No, el problema real es que siguen existiendo la misma proporción de personas mayores de 65 años que, con reforma o sin ella, deben apañarse con entre un 25% y un 55% menos de ingresos y que por tanto, o viven con menos o complementan de alguna forma su misera pensión y recuperan entre el 4% y el 13% del PIB que les falta.
Suponer que las pensiones privadas pueden suplir ese diferencial, y si asumimos que estas rinden un 4%, significa que los jubilados tendrían que tener ahorrado ¡el equivalente a entre un 100% y un 325% del PIB de todo el país!
Todos esos ahorros deberán retraerse de los consumos previos a la jubilación, lo que podría mermar aún más el crecimiento del PIB.
Por otro lado, si deciden alargar su vida laboral pueden provocar un efecto tapón en los jóvenes que se incorporan, dificultando su estabilidad laboral y el establecimiento de una vida familiar. Una reducción aún mayor de la natalidad, solo va a agravar el problema.
EL problema real es el demográfico, es el de por qué los jóvenes no quieren o no pueden formar una familia, es el que no tener hijos conlleva una gran ventaja económica y laboral, es el que las nuevas generaciones son menos numerosas que sus padres como resultado de nefastas políticas sociales.
Si se incentivaran políticas de natalidad orientadas a mantener la población (actualmente vamos camino de que la única forma de mantener la población es mediante la inmigración) e incluso a un crecimiento moderado y racional, encontrar el equilibrio entre crecimiento y pensiones será factible.
Lo demás es esconder la basura bajo la alfombra.
En sus posts se intenta aportar razonamientos econométricos por los cuales nos tenemos que preocupar por nuestro sistema de pensiones y que se precisa una reforma, más pronto que tarde, si queremos evitar efectos traumáticos en la sociedad.
Uno de los posts más clarificadores sobre el futuro con el que tenemos que enfrentarnos nos dice, y yo creo que razonablemente es cierto, que en el año 2050 se producirá un pico en el coste de las pensiones que se elevará hasta el 15.4% del PIB, como cifra más probable. En función de los supuestos que se tomen a la hora de hacer la predicción esta cifra puede oscilar entre un 12% y un 22%, que podemos considerar el rango de incertidumbre lógico en toda predicción de este calibre.
Si aceptamos esa predicción como algo razonable, lo que nos dicen los proponentes de las reformas es que debemos cuestionarnos si el estado va a poder soportar hasta un 22% del PIB dedicado a las pensiones. La respuesta es que obviamente no, y las reformas son la solución inevitable.
Pues bien, supongamos que llevamos a cabo las reformas y limitamos el coste para el estado de las pensiones, a digamos un 9% del PIB. Problema solucionado ¿no?
No, el problema real es que siguen existiendo la misma proporción de personas mayores de 65 años que, con reforma o sin ella, deben apañarse con entre un 25% y un 55% menos de ingresos y que por tanto, o viven con menos o complementan de alguna forma su misera pensión y recuperan entre el 4% y el 13% del PIB que les falta.
Suponer que las pensiones privadas pueden suplir ese diferencial, y si asumimos que estas rinden un 4%, significa que los jubilados tendrían que tener ahorrado ¡el equivalente a entre un 100% y un 325% del PIB de todo el país!
Todos esos ahorros deberán retraerse de los consumos previos a la jubilación, lo que podría mermar aún más el crecimiento del PIB.
Por otro lado, si deciden alargar su vida laboral pueden provocar un efecto tapón en los jóvenes que se incorporan, dificultando su estabilidad laboral y el establecimiento de una vida familiar. Una reducción aún mayor de la natalidad, solo va a agravar el problema.
EL problema real es el demográfico, es el de por qué los jóvenes no quieren o no pueden formar una familia, es el que no tener hijos conlleva una gran ventaja económica y laboral, es el que las nuevas generaciones son menos numerosas que sus padres como resultado de nefastas políticas sociales.
Si se incentivaran políticas de natalidad orientadas a mantener la población (actualmente vamos camino de que la única forma de mantener la población es mediante la inmigración) e incluso a un crecimiento moderado y racional, encontrar el equilibrio entre crecimiento y pensiones será factible.
Lo demás es esconder la basura bajo la alfombra.
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