Carta de MidNight al abuelo Warren Buffett
Muy señor mío:
En primer lugar, permítame que me presente. Soy MidNight, un simple inversor que tan sólo intenta dejar de ser un inversor simple. Para ello, me han sido muy útiles algunas lecturas suyas o de gente que ambos admiramos desde un punto de vista puramente inversor, como su mentor, el mismísimo Benjamin Graham.
Si bien no creo que usted llegue a leerla nunca, me permito remitirle esta misiva desde la plataforma que unos amigos comunes ponen a mi disposición. Uno de ellos ha tenido la deferencia de traducir su carta para que pueda así llegar a más gente, mucha de la cual no habla su idioma. Leo su mensaje a su querido tío Sam con no poco asombro, pues tanto el motivo como el mensaje no dejan de parecerme serviles e interesados.
Sepa que le admiro a usted como inversor, pero que sus actuaciones durante la crisis me han hecho replantearme su honradez como inductor de tendencias macroeconómicas. Quizá malentiendo su misiva, pero creo ver en ella cierta complacencia alentadora de las acciones que nos llevaron al borde del colapso, con un mensaje de “Ya pasó todo… ¡Pelillos a la mar!”. Quizá de su altruismo yo esperaba precisamente una muchísimo más profunda y feroz crítica a eso mismo que usted alaba, o así entiendo que hace, en su carta.
Muchos pensarán, quizá con razón, que no es de recibo que un inversor como yo, tan pequeño que podríamos decir microscópico, le enmiende la plana a usted, pero al igual que a usted la suya, mi madre me enseñó un montón de cosas, si bien ninguna resulta tan útil como reconocer a un aprovechado.
Y usted, mi admirado señor Buffett, lo ha sido, pues ha usado su posición para conseguir unas condiciones que no existían cara al público. Evidentemente, usted no es tonto, y ha sabido aprovecharse, siempre por el bien de sus accionistas, de las abundantes y excelentes oportunidades que se le han brindado, si bien muchas de ellas no han podido ser igualmente accedidas por los comunes mortales como yo, que yendo a mendigar con nuestros exiguos ahorros un par de papelitos como los que usted acababa de comprar, veíamos con no poco asombro la absoluta incapacidad de adquirirlos. Claro, que siempre podemos justificarlo diciendo que se debe a que usted juega en otra liga, pero, llámeme cándido, supuse que esto era un mercado de libre acceso, y por tanto no cerrado a unos pocos sobrinos agradecidos… Esto, señor Buffet, me resulta bastante tramposo.
Si algo me ha demostrado mi, con relación a la suya, corta experiencia, es que si existe algo de lo que uno se puede fiar menos aún que de un político, es de todo aquel engranaje del sistema, que le pida “tranquilidad”, “normalidad” y “calma”… A lo largo de esta crisis, usted lo ha hecho en repetidas ocasiones, lo cual ya por redundancia, me resulta harto sospechoso, y recelo de si lo que se me solicita con tanta insistencia no será en realidad un intento de llevarnos de vuelta al “borreguismo” (permítame usted este palabro) en que a algunos tanto interesa que volvamos a caer.
Quizá, en vez de intentar “calmar” a los mercados, haría usted mejor en vigilar alguna de sus recientes inversiones, en las cuales los mismos directivos que le abrieron hace poco la puerta con una sonrisa de alivio, desean hoy fervientemente deshacerse de su alargada sombra, aunque en este caso, me temo que sea para poder continuar haciendo con traquilidad las mismas asquerosidades que nos llevaron al borde del colapso mientras ellos llenaban sus respectivos sacos como siempre hicieron. Usted mismo nos enseñó a huir siempre de semejantes individuos. ¿En base a qué se mezcla usted ahora con ellos? ¿Es acaso ésta también una crisis de Principios?
Pero tampoco es este el objetivo de mi réplica a su carta, señor Buffet, sino la consternación producida por que alguien supuestamente altruista le dore la píldora a un personaje empeñado en hundirnos cada vez más y más en el hoyo que él mismo ayudó, con su inacción y complacencia, a que cavasen aquellos que nunca, pase lo que pase, caerán dentro de él. Verá usted, su querido tío Sam también reina en el pueblo en que yo vivo, aunque a priori no lo parezca. Por aquí no sólo ha llovido lo mismo que en Omaha, sino que aún no ha parado.
De su tío Sam, cualquiera sabe a estas alturas que se alimenta de aquellos que no pueden, que no llegan. Los fagocita sin piedad. Ya solo por eso, querido señor Buffet, no es de recibo su carta de agradecimiento. Por mi posición social, tengo algo de lo que usted carece, señor Buffet: mucha mejor visión de lo que existe en la calle, en la realidad, en la gente. Veo todos los días personas muy válidas, puede que incluso más que usted y yo, señor Buffet, que no tienen trabajo, con todo lo que ello supone.
Veo trabajadores especializados que no sólo pierden sus trabajos y no encuentran nada ya no relativo a su función, sino que siquiera se le parezca remotamente. Veo personajes muy inteligentes (como usted sabe, el cerebro es algo muy infravalorado en esta época) que han de mendigar malpagados trabajos temporales en lugar de aportar su intelecto y esfuerzo a la suma total. Cierto que también veo parásitos del sistema que se contentan con quedarse en casa cobrando el subsidio sin aportar nada más que su desprecio a los ilusos que pretendemos salir de esto lo mejor y antes posible. En todas partes cuecen habas, señor Buffet. Ellos son la lamentable contrapartida a los directivos anteriormente mencionados. Supongo que incluso ellos habrían escrito una carta de agradecimiento si su tío les hubiera insuflado también unos cuantos millones de dólares…
Yo no puedo, y quizá usted tampoco demasiado, pero su querido tío sí puede hacer algo para aliviar esta situación en su generalidad, y mucho me temo que las últimas medidas tomadas no van en esa dirección. No parece de recibo deshacerse en agradecimientos con alguien que, en el mejor de los casos, ha permitido por inacción que ocurriese lo que ha ocurrido, poniendo en peligro ya no la manutención de muchos hogares, sino su propia desaparición, alimentando el riesgo de que todo pudiera incluso, llevado al extremo, terminar en una confrontación de niveles brutales.
Recuerde por qué se generó la última, señor Buffet, usted ya vivía por entonces. No es por tanto tiempo de agradecimientos, sino de exigencias. Su tío debe trabajar más que nunca si realmente quiere subsistir, haciendo que subsistamos todos, pues dejar con desprecio que unos cuantos millones de células se le pudran, podría terminar por causarle una buena gangrena.
No soy de los que opinan que si una persona fuma y termina teniendo cáncer, cuando necesite atención médica haya que negársela.
Por el contrario, su querido tío Sam sí es de esa opinión, y así, penaliza a quien pierde su trabajo con hambre, o a quién no paga su hipoteca con la pérdida de su techo. Por esa sencilla razón no comprendo que le cante usted sus alabanzas cuando, enumerando uno por uno los maravillosos pilares en los que reposa su querido tío, en lugar de denunciar que sus primos Fannie y Freddie se dedicaron a empaquetar papeles sin valor y venderlos a personas cuyo terrible pecado fue ser unos incautos desinformados que terminaron con su dinero volatilizado, su trabajo en precario y su vivienda amenazada. Eso se llama falsificación y fraude, señor Buffet.
Si las empresas industriales casi tuvieron que cesar su actividad porque el crédito no circulaba, tan solo se debió (en mi pueblo aún se debe) a que los bancos hicieron dejación de su función, para dedicarse a captar pasivo con el cual financiar los dividendos de sus accionistas, como usted mismo es, señor Buffet. Por cierto que, debido a este extremo, algunas empresas cotizadas, y por tanto bastante grandes, casi quebraron, pero un gran número de las pequeñitas, esas que usted, desde su indudablemente muy bien ganado pedestal dudo que llegue siquiera a atisbar, pero que en dan trabajo al 80% de la población, lo han hecho ya.
Es cierto que uno de sus queridos grandes bancos quebró, pero si lo hizo fue porque lo dejaron, para escarnio del resto, demostrando la extraña justicia que usa su tío, que deja caer a quien no le interesa rescatar, cosa que sí hizo con otros igualmente enfangados pero, eso sí, más grandes e importantes.
De haber sido como su AIG, señor Buffet, no lo habrían dejado cerrar. Seamos claros: su admirado tío nunca tuvo la gallardía de dar la cara y pagar sus propios excesos, dejando siempre que sean otros los que se encarguen de la cuenta. “Cuando todo va bien, déjenme hacer. Cuando todo vaya mal, pongan ustedes el sufrimiento necesario para salvarnos, que si no nos vamos todos al garete…”. Su tío no ha sido una contrafuerza que se oponía al problema. Su tío era, y es, una grandísima parte del problema.
No soy tan pueril como para no saber que su carta va dirigida al ciudadano medio, encaminada a afianzar una nueva versión el mensaje eterno… “Circulen, circulen… Aquí ya no hay nada que ver…”. Si algo me indigna es que me tomen por imbécil, señor Buffett. Que me intenten calmar cuando aún veo el humo y siento el calor de las llamas. Cuando usted corrió al rescate de Goldman Sachs sabía que recuperaría con creces la inversión, bien a través del propio Goldman, bien por otros medios. Por el contrario lo que nos pide ahora a nosotros es que soportemos a fondo perdido a su querido tío Sam.
Por todo ello, me rebela el mal gusto de agradecerle a su tío su actuación frente a la crisis. Me parece un acto absolutamente irresponsable y falso. Su tío no estaba salvando a nadie que no fuese él mismo, y eso, mi admirado Buffett, puede ser muy lícito, pero nunca digo de encomio..
No piense usted que pretendo venderle las bondades de otros sistemas políticos o socioeconómicos. Para empezar yo soy muy mal vendedor, y por otro lado usted no lo compraría jamás aunque sólo fuese porque con el actual le ha ido muy bien.
Entendería que no llegase a comprender cómo, pensando de esta forma, participo activamente en este teatrillo. Muy sencillo, señor Buffet, no soy del todo un iluso, y sé perfectamente el mundo que me rodea, lo cual no quiere decir ni que me guste, ni que comulgue con él. Pero es en el que estoy inmerso, y creo perfectamente lícito intentar aprovecharme de él en la medida que pueda, de parecida manera a como lo hace usted, salvando ciertas distancias obvias.
Por ello seguiré leyendo sus notas, continuaré estudiando sus actos aun sabiendo que los que somos como yo, los componentes de la “masa”, no podremos jamás acceder a los recursos que se necesitan para que la cosa funcione como lo hace con ustedes, los protegidos de su tío. Aún así, continuaré persiguiendo empresas tal y como usted y otros me han enseñado a hacer.
Eso es todo, si bien no quisiera despedirme sin añadir que si por un solo instante ha pensado usted que la carta a su tío consiguió burlar mi intelecto, sinceramente, señor, me infravalora, lo cual, en nuestra jerga inversora, es el peor insulto que me podría usted dedicar. Eso sí, coincido plenamente en la apreciación de que si su tío no hubiera actuado, si hubiera sido fiel a sus propios principios y hubiera permanecido inactivo, el mundo a partir de hoy sería muy distinto. No puedo evitar pensar que hemos perdido una magnífica ocasión para cambiarlo.
Deseándole toda suerte de venturas en sus inversiones, le saluda atentamente:
MidNight.
En primer lugar, permítame que me presente. Soy MidNight, un simple inversor que tan sólo intenta dejar de ser un inversor simple. Para ello, me han sido muy útiles algunas lecturas suyas o de gente que ambos admiramos desde un punto de vista puramente inversor, como su mentor, el mismísimo Benjamin Graham.
Si bien no creo que usted llegue a leerla nunca, me permito remitirle esta misiva desde la plataforma que unos amigos comunes ponen a mi disposición. Uno de ellos ha tenido la deferencia de traducir su carta para que pueda así llegar a más gente, mucha de la cual no habla su idioma. Leo su mensaje a su querido tío Sam con no poco asombro, pues tanto el motivo como el mensaje no dejan de parecerme serviles e interesados.
Sepa que le admiro a usted como inversor, pero que sus actuaciones durante la crisis me han hecho replantearme su honradez como inductor de tendencias macroeconómicas. Quizá malentiendo su misiva, pero creo ver en ella cierta complacencia alentadora de las acciones que nos llevaron al borde del colapso, con un mensaje de “Ya pasó todo… ¡Pelillos a la mar!”. Quizá de su altruismo yo esperaba precisamente una muchísimo más profunda y feroz crítica a eso mismo que usted alaba, o así entiendo que hace, en su carta.
Muchos pensarán, quizá con razón, que no es de recibo que un inversor como yo, tan pequeño que podríamos decir microscópico, le enmiende la plana a usted, pero al igual que a usted la suya, mi madre me enseñó un montón de cosas, si bien ninguna resulta tan útil como reconocer a un aprovechado.
Y usted, mi admirado señor Buffett, lo ha sido, pues ha usado su posición para conseguir unas condiciones que no existían cara al público. Evidentemente, usted no es tonto, y ha sabido aprovecharse, siempre por el bien de sus accionistas, de las abundantes y excelentes oportunidades que se le han brindado, si bien muchas de ellas no han podido ser igualmente accedidas por los comunes mortales como yo, que yendo a mendigar con nuestros exiguos ahorros un par de papelitos como los que usted acababa de comprar, veíamos con no poco asombro la absoluta incapacidad de adquirirlos. Claro, que siempre podemos justificarlo diciendo que se debe a que usted juega en otra liga, pero, llámeme cándido, supuse que esto era un mercado de libre acceso, y por tanto no cerrado a unos pocos sobrinos agradecidos… Esto, señor Buffet, me resulta bastante tramposo.
Si algo me ha demostrado mi, con relación a la suya, corta experiencia, es que si existe algo de lo que uno se puede fiar menos aún que de un político, es de todo aquel engranaje del sistema, que le pida “tranquilidad”, “normalidad” y “calma”… A lo largo de esta crisis, usted lo ha hecho en repetidas ocasiones, lo cual ya por redundancia, me resulta harto sospechoso, y recelo de si lo que se me solicita con tanta insistencia no será en realidad un intento de llevarnos de vuelta al “borreguismo” (permítame usted este palabro) en que a algunos tanto interesa que volvamos a caer.
Quizá, en vez de intentar “calmar” a los mercados, haría usted mejor en vigilar alguna de sus recientes inversiones, en las cuales los mismos directivos que le abrieron hace poco la puerta con una sonrisa de alivio, desean hoy fervientemente deshacerse de su alargada sombra, aunque en este caso, me temo que sea para poder continuar haciendo con traquilidad las mismas asquerosidades que nos llevaron al borde del colapso mientras ellos llenaban sus respectivos sacos como siempre hicieron. Usted mismo nos enseñó a huir siempre de semejantes individuos. ¿En base a qué se mezcla usted ahora con ellos? ¿Es acaso ésta también una crisis de Principios?
Pero tampoco es este el objetivo de mi réplica a su carta, señor Buffet, sino la consternación producida por que alguien supuestamente altruista le dore la píldora a un personaje empeñado en hundirnos cada vez más y más en el hoyo que él mismo ayudó, con su inacción y complacencia, a que cavasen aquellos que nunca, pase lo que pase, caerán dentro de él. Verá usted, su querido tío Sam también reina en el pueblo en que yo vivo, aunque a priori no lo parezca. Por aquí no sólo ha llovido lo mismo que en Omaha, sino que aún no ha parado.
De su tío Sam, cualquiera sabe a estas alturas que se alimenta de aquellos que no pueden, que no llegan. Los fagocita sin piedad. Ya solo por eso, querido señor Buffet, no es de recibo su carta de agradecimiento. Por mi posición social, tengo algo de lo que usted carece, señor Buffet: mucha mejor visión de lo que existe en la calle, en la realidad, en la gente. Veo todos los días personas muy válidas, puede que incluso más que usted y yo, señor Buffet, que no tienen trabajo, con todo lo que ello supone.
Veo trabajadores especializados que no sólo pierden sus trabajos y no encuentran nada ya no relativo a su función, sino que siquiera se le parezca remotamente. Veo personajes muy inteligentes (como usted sabe, el cerebro es algo muy infravalorado en esta época) que han de mendigar malpagados trabajos temporales en lugar de aportar su intelecto y esfuerzo a la suma total. Cierto que también veo parásitos del sistema que se contentan con quedarse en casa cobrando el subsidio sin aportar nada más que su desprecio a los ilusos que pretendemos salir de esto lo mejor y antes posible. En todas partes cuecen habas, señor Buffet. Ellos son la lamentable contrapartida a los directivos anteriormente mencionados. Supongo que incluso ellos habrían escrito una carta de agradecimiento si su tío les hubiera insuflado también unos cuantos millones de dólares…
Yo no puedo, y quizá usted tampoco demasiado, pero su querido tío sí puede hacer algo para aliviar esta situación en su generalidad, y mucho me temo que las últimas medidas tomadas no van en esa dirección. No parece de recibo deshacerse en agradecimientos con alguien que, en el mejor de los casos, ha permitido por inacción que ocurriese lo que ha ocurrido, poniendo en peligro ya no la manutención de muchos hogares, sino su propia desaparición, alimentando el riesgo de que todo pudiera incluso, llevado al extremo, terminar en una confrontación de niveles brutales.
Recuerde por qué se generó la última, señor Buffet, usted ya vivía por entonces. No es por tanto tiempo de agradecimientos, sino de exigencias. Su tío debe trabajar más que nunca si realmente quiere subsistir, haciendo que subsistamos todos, pues dejar con desprecio que unos cuantos millones de células se le pudran, podría terminar por causarle una buena gangrena.
No soy de los que opinan que si una persona fuma y termina teniendo cáncer, cuando necesite atención médica haya que negársela.
Por el contrario, su querido tío Sam sí es de esa opinión, y así, penaliza a quien pierde su trabajo con hambre, o a quién no paga su hipoteca con la pérdida de su techo. Por esa sencilla razón no comprendo que le cante usted sus alabanzas cuando, enumerando uno por uno los maravillosos pilares en los que reposa su querido tío, en lugar de denunciar que sus primos Fannie y Freddie se dedicaron a empaquetar papeles sin valor y venderlos a personas cuyo terrible pecado fue ser unos incautos desinformados que terminaron con su dinero volatilizado, su trabajo en precario y su vivienda amenazada. Eso se llama falsificación y fraude, señor Buffet.
Si las empresas industriales casi tuvieron que cesar su actividad porque el crédito no circulaba, tan solo se debió (en mi pueblo aún se debe) a que los bancos hicieron dejación de su función, para dedicarse a captar pasivo con el cual financiar los dividendos de sus accionistas, como usted mismo es, señor Buffet. Por cierto que, debido a este extremo, algunas empresas cotizadas, y por tanto bastante grandes, casi quebraron, pero un gran número de las pequeñitas, esas que usted, desde su indudablemente muy bien ganado pedestal dudo que llegue siquiera a atisbar, pero que en dan trabajo al 80% de la población, lo han hecho ya.
Es cierto que uno de sus queridos grandes bancos quebró, pero si lo hizo fue porque lo dejaron, para escarnio del resto, demostrando la extraña justicia que usa su tío, que deja caer a quien no le interesa rescatar, cosa que sí hizo con otros igualmente enfangados pero, eso sí, más grandes e importantes.
De haber sido como su AIG, señor Buffet, no lo habrían dejado cerrar. Seamos claros: su admirado tío nunca tuvo la gallardía de dar la cara y pagar sus propios excesos, dejando siempre que sean otros los que se encarguen de la cuenta. “Cuando todo va bien, déjenme hacer. Cuando todo vaya mal, pongan ustedes el sufrimiento necesario para salvarnos, que si no nos vamos todos al garete…”. Su tío no ha sido una contrafuerza que se oponía al problema. Su tío era, y es, una grandísima parte del problema.
No soy tan pueril como para no saber que su carta va dirigida al ciudadano medio, encaminada a afianzar una nueva versión el mensaje eterno… “Circulen, circulen… Aquí ya no hay nada que ver…”. Si algo me indigna es que me tomen por imbécil, señor Buffett. Que me intenten calmar cuando aún veo el humo y siento el calor de las llamas. Cuando usted corrió al rescate de Goldman Sachs sabía que recuperaría con creces la inversión, bien a través del propio Goldman, bien por otros medios. Por el contrario lo que nos pide ahora a nosotros es que soportemos a fondo perdido a su querido tío Sam.
Por todo ello, me rebela el mal gusto de agradecerle a su tío su actuación frente a la crisis. Me parece un acto absolutamente irresponsable y falso. Su tío no estaba salvando a nadie que no fuese él mismo, y eso, mi admirado Buffett, puede ser muy lícito, pero nunca digo de encomio..
No piense usted que pretendo venderle las bondades de otros sistemas políticos o socioeconómicos. Para empezar yo soy muy mal vendedor, y por otro lado usted no lo compraría jamás aunque sólo fuese porque con el actual le ha ido muy bien.
Entendería que no llegase a comprender cómo, pensando de esta forma, participo activamente en este teatrillo. Muy sencillo, señor Buffet, no soy del todo un iluso, y sé perfectamente el mundo que me rodea, lo cual no quiere decir ni que me guste, ni que comulgue con él. Pero es en el que estoy inmerso, y creo perfectamente lícito intentar aprovecharme de él en la medida que pueda, de parecida manera a como lo hace usted, salvando ciertas distancias obvias.
Por ello seguiré leyendo sus notas, continuaré estudiando sus actos aun sabiendo que los que somos como yo, los componentes de la “masa”, no podremos jamás acceder a los recursos que se necesitan para que la cosa funcione como lo hace con ustedes, los protegidos de su tío. Aún así, continuaré persiguiendo empresas tal y como usted y otros me han enseñado a hacer.
Eso es todo, si bien no quisiera despedirme sin añadir que si por un solo instante ha pensado usted que la carta a su tío consiguió burlar mi intelecto, sinceramente, señor, me infravalora, lo cual, en nuestra jerga inversora, es el peor insulto que me podría usted dedicar. Eso sí, coincido plenamente en la apreciación de que si su tío no hubiera actuado, si hubiera sido fiel a sus propios principios y hubiera permanecido inactivo, el mundo a partir de hoy sería muy distinto. No puedo evitar pensar que hemos perdido una magnífica ocasión para cambiarlo.
Deseándole toda suerte de venturas en sus inversiones, le saluda atentamente:
MidNight.
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